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CASTILLO PALACIO DE LOS ALTAMIRANO

El Castillo, que después fue Palacio, es el monumento que más interés suscita en la población. Siembre envuelto en enigmas, misterios sin resolver y una arqueología compleja dadas las grandes reformas, abandonos y expolio que ha sufrido a lo largo de la historia.

De sus inicios se sabe poco, el caso es que desde los primeros documentos conocido de la población ya se menciona el castillo, en 1340 se refirieren a él como “mi casa fuerte”. No se precisa si había restos con anterioridad, pero casi todos coincide la existencia de una fortaleza, probablemente en ruinas, antes de que los Altamiranos de Trujillo tomaran posesión del pueblo de Orellana.

Se conservan un trozo de paño de una muralla y dos torres: una cuadrada y otra redonda. Todos coinciden en la existencia de otras dos torres desmanteladas, algunos autores hablan de que eran redondas y otros que una era cuadrada y la otra redonda. Entre todas formaban un castillo de pequeñas dimensiones, de forma casi cuadrada. Desde el pequeño cerro domina los caminos que se acercan a la población y los vados del río Guadiana.

Todavía se pueden observar elementos defensivos, como las viejas almenas de las torres o las más modernas troneras. También se puede ver el blasón de los Señores de Orellana en lugar preferente. Hay, además, una curiosa inscripción en lugar elevado de la torre principal, mirando al río, que da la bienvenida a cuantos se acerquen al lugar “Bendice Señor / esta casa que / edificó en tu Santísimo nombre/ para que te bendigan / los que viene / a ella”.

Con la creación del Señorío de Orellana, el castillo se va convirtiendo cada vez más en un palacio: los sucesivos señores contribuyen a la mejora de las instalaciones, añadiendo balconadas, escudos y acondicionando el interior para una estancia cómoda. Este proceso culmina a finales del siglo XVI, al tiempo que se remoza la iglesia, se construye el convento y muchas de las casas señoriales. En el palacio-castillo se realizan, además, unos magníficos soportales en el interior y el patio de estilo plateresco del que no queda nada.

A partir de este momento, se inicia un declive de la economía y la política general del reino, la decadencia será continua, los señores se trasladan a Madrid o lugares más cercanos a la Corte y la dejadez empieza a ser la nota dominante del lugar. Poco a poco todo lo que tiene valor desaparece, las deudas de los dueños hacen que todo se malvenda en muchos casos y se abandonen en otro.

Con la guerra civil se usó como cárcel y cuartel, además de todo el trastorno que supone este trasiego, sufrió el impacto de un proyectil. Aunque el destrozo ya se había hecho en siglos anteriores, después de la contienda se deshizo las torres y las piedras se utilizaron para la construcción de una casa en el antiguo patio del castillo

Su último propietario donó el castillo al Ayuntamiento de Orellana y desde entonces se tiene una incesante labor para restaurar los restos y rehabilitar el espacio intentando acercarse en lo posible al original.

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